Juan Miguel Pozo | article by Diario de Cuba

Juan Miguel Pozo: ‘Pintar hoy quizás tiene un aspecto vintage, pero no te fíes de la apariencia’

Lien Carrazana | Madrid | 21 de Marzo de 2019 – 18:10 CET. | 1

El artista cubano Juan Miguel Pozo en Madrid. (MARINA GUILARTE)

En la era digital, donde la tecnología marca el ritmo de nuestras vidas y acapara espacios en el terreno cultural, el arista cubano Juan Miguel Pozo (Banes, 1967) prefiere decantarse por “un arte a destiempo”: la pintura.

“En el acto de pintar hay algo fisiológico, por muy intelectual que nos parezca una obra salida de un pincel, al final siempre arrastra algo visceral consigo. Como un anacronismo consciente que, como la música disonante o directamente desafinada, le entra ‘atravesado’ a esta época”, señaló el ensayista Iván de la Nuez —a próposito de una muestra donde Pozo participó con varias obras—.

“En ese contratiempo, la pintura no ocupa el lugar de la revolución, sino el de la resistencia”, en esa resistencia se inscribe la obra de Pozo, que por estos días podrá verse en una exposición personal en Berlín, ciudad donde reside el creador.

DIARIO DE CUBA conversa con él sobre esta muestra y otros temas.

Inauguras una muestra personal durante la Gallery Weekend Berlin, cuéntanos qué presentas en esta ocasión.

Presentaré una exposición el 25 de abril bajo el título Die Zukunft war ein Ort, en la galería berlinesa Janine Bean. Efectivamente, esta inauguración se realizará dentro de la Gallery Weekend que es, con mucha diferencia, uno de los eventos más notables de la ciudad.

La traducción más o menos literal del título es “El futuro fue un lugar” y se inscribe dentro de una serie de trabajos que llevo realizando sobre el tema de la memoria colectiva y privada dentro de un contexto histórico. La fragmentación ideológica y su manifestación en los objetos, el olvido y la rehabilitación de ciertas narrativas que contribuyen a mantener viva viejas utopias.

¿Qué significa exponer en el contexto de este evento anual?

Significa mucho para mí siendo cubano y emigrante. La visibilidad del arte no solo cubano sino latinoamericano en Alemania es prácticamente inexistente. 

Llevas 25 años de trayectoria artística, un recorrido que empezó en Cuba, pasó por España para finalmente asentarse en Alemania, ¿qué te aporta Berlín a nivel creativo?

En realidad mi entrada a Europa fue a través de mi paso por la Academia de Düsseldorf. Como he dicho en otras entrevistas, fue un momento muy importante para mí en lo individual pues por primera vez me reconocí fuera del artilugio de la dinámica de grupo que era la actividad cultural en la Isla y puedo dar fe de su sorprendente eficacia. Desenmascararme y racionalizar mi posición como individuo y artista, mi compromiso con ciertos manierismo locales y, sobre todo, romper las barreras de la autocensura. No en el plano ideológico, pues poco le debo a esa materia, sino a esa cierta opacidad en la que suelen operar ciertos vicios impuestos por tu propio contexto. Salir de Cuba es “salir” de muchas cosas y eso no solo ese refiere al espacio físico.

Berlín me descubrió a mí. Hay cierta ironía en esto, a mi paso por Barcelona pensé que estando en España estaría más cerca de algún vínculo identitario, señales inequívocas como hablar tu propia lengua. Pues me resultó mucho más extraña y distante Barcelona que Berlín. En Berlín encontré vestigios de mi propia biografía, un pasado que era el mío también. Cuando llegué a Berlín todavía existían pruebas del pasado socialista. Hablaba con gente que compartía mis memorias, las mismas películas rusas y en general toda la estantería de cultura popular socialista que soportaba a duras penas mi identidad. En Berlín conocí al grupo Liga, formado por miembros de la antigua academia socialista de Leipzig, y con ellos compartí muchas inquietudes generacionales. Había que ubicar esa memoria en algún entresijo de la aplastante y olvidadiza dinámica del capitalismo. Había que instaurar un lugar para esa memoria individual y casi, casi lo logramos.

¿Por qué eliges la pintura como medio?

Sobre por qué pintar me remito al texto de Iván De la Nuez en su pequeño ensayo realizado para la curaduría de la exposición “Pintar a contratiempo”, que tuve el honor de compartir con dos grandes pintores cubanos, Michel Pérez Pollo y Alejandro Campins. En específico, se refiere a la pintura como un “acto”, lo cual la posiciona ya no como representación de algo sino la pintura en un aspecto vivencial, pintas desde la experiencia que es a-histórica, en mi opinión. Eso no me hace diferente a cualquier creador, sea el medio que utilice. Por otro lado creo que la pintura por excelencia ha sido y sigue siendo en sus ramificaciones (gráfica, videojuegos, publicidad) una estrategia visual que sigue muy actual y efectiva.

Los nuevos medios disfrazaron, y siguen disfrazando, viejas y nuevas ideas y prácticas lanzadas por pintores en su momento. La representación es un hecho pictórico y no hay nada más que ver como todavía incide en los nuevos medios. El descacharrante hiperrealismo que muestran los videosjuegos, los efectos CGI en el cine en la actualidad es solo un ejemplo de viejas ideas del arte canónico que responden a esa atávica y misteriosa necesidad del ser humano de reproducir e imitar la realidad. No pocos cuestionamientos en el arte actual salen de planteamientos que ya no hayan sido gestionados por figuras como Da Vinci, Magritte, Malevich, Joseph Beuys y Andy Warhol. Pintar hoy quizás tiene un aspecto vintage, pero no te fíes de la apariencia.

Claramente, hoy los fluidos culturales llegan a casi todos los rincones del mundo. La llamada cultura de masas occidental inunda casi todas las definiciones de la vida cotidiana. Tiendo a compararlo con un tipo de representación de la realidad en términos de gráficos de videojuegos. Donde por alguna razón el programador deja de programar ciertos sectores que no son de interés para el desarrollo del “juego”. Creo que en aquellas áreas aún no codificadas por las instituciones ocurre lo que podría llamarse la verdadera esencia de la existencia espiritual de los seres humanos, lo que sería una contrarrevolución futura. Me gusta creer que me muevo en esos espacios vacíos de contenido.

Hablabas de la autocensura, de la que te despojaste al salir de Cuba…

La autocensura es el fenómeno más interesante de la supervivencia. Y no creo que sea un fenómeno propio de las sociedades autoritarias como el fascismo o el comunismo. Ya desde las primeras organizaciones humanas se acataban leyes y reglas que beneficiaban este comportamiento. Cuando la ley te dice que debes respetar al otro y lo haces contrario a tu voluntad estás ejerciendo la autocensura, en este caso quizás el objetivo sea la supervivencia del individuo a través de un orden impuesto. Lo cierto es que la autocensura, contraria a la censura, es una manifestación voluntaria. El problema yo lo veo en que es lo que consentimos, y a favor de qué idea nos autocensuramos.

¿Cómo fue la experiencia de volver a Cuba?

¿La existencia cósmica en otra parte también invierte tu vida en la urgencia moral que merece? Es la pregunta que se me planteé a mi regreso a Cuba con motivo de mi exposición personal después de 18 años sin pisar la Isla. En la práctica, por mi parte, no habría tomado tan en serio esta observación antes de pasar tantos años viviendo en Alemania, era una guerra entre el lenguaje y el sentimiento. En la que ganaron, por supuesto, los sentimientos de pertenencia a ese “algo” cultural que nos posiciona y nos descifra como individuo. Es probable que sea una construcción de la mente y de la cultura, pero es un hecho, yo lo viví con mucha emoción.

Creo que la interpretación de la realidad es una cualidad innata de los seres humanos, y probablemente otras formas de existencia que no puedo confirmar por la razón obvia de que no soy un pez. También creo que la memoria es un acuerdo parcial con lo real. Por ejemplo, el marco de la realidad donde vivía mi abuela, una persona con una existencia bastante irrelevante no se considera en el contexto de la memoria histórica y colectiva de mi país. Así que creo que la historia en sí misma sigue siendo una narrativa dudosa de lo real.

El mundo se está hundiendo en la dictadura de lo cómodo, la liquidez del individuo. Las revoluciones son erráticas y están filtradas por los discursos de poder, y la confusión ideológica es el pasto. Esta es una redefinición de la realidad, donde lo simbólico se aprovecha para crear un parque temático del descontento.